Dime cómo miras a tu cliente y sabré si estás de acuerdo o discrepas de la frase “el cliente siempre tiene la razón”.
Esta frase se dijo por primera vez en 1909 por Harry Gordon Selfridge propietario de una tienda en Londres. En aquel entonces la frase tenía una doble finalidad: convencer al cliente del buen servicio de su empresa y convencer al empleado de dar un buen servicio al cliente.
Más de un siglo después, y concretamente hablado del mundo digital, ¿cómo se aplica este principio en los negocios online?
Para llegar a algún tipo de conclusión imaginé que escribía “el cliente siempre tiene la razón” en alguna de las páginas de mi web.
Barajé dos posibilidades: escribirla en la página de Sobre mí o en la página de Inicio. Finalmente me decidí por la segunda. Analicé los párrafos para determinar dónde encajaba mejor, pero por más que lo intentaba no pegaba ni con cola con el contexto.
Harta de escribirla y borrarla en el editor de textos, me paré a pensar por qué no le encontraba un lugar. Ahora es cuando te ríes, lector, porque llegué a la conclusión de que no creía en ella.
Tantos años oyéndola recitar a unos y a otros y resulta que, cuando me toca el turno de ubicarla en mi negocio, no encuentro dónde escribirla.
Mi negocio es online 100%. No tengo un mostrador donde mi cliente se pueda sentar a oír los matices de mis explicaciones. Lo que yo ofrezco debe quedar perfectamente explicado en palabras escritas.
El cliente siempre tiene la razón
Realmente “el cliente siempre tiene la razón” es una afirmación categórica. Endiosa al cliente. Dice de él algo así como: aquí estoy yo y todo lo que digo va a misa. Le engrandece, le sube gratuitamente a un pedestal.
La frase “el cliente siempre tiene la razón” hace que la voluntad de ayudar se convierta en obligación de servir. Eso, al menos por mi parte, es contrario a la forma en la que quiero llevar mi empresa.
Pongamos un ejemplo. Si acudes a EscriboXti es para que redacte los textos de su web. Quieres que transmita con palabras escritas el corazón y el alma que tú estás poniendo para sacar adelante tu empresa.
Vienes a mí porque sabes que lo haré mejor que tú, sino no me contratarías. Por tanto, confías en mí como tu copywriter, como tu profesional de la redacción de textos persuasivos.
En resumidas cuentas, esta relación que entablaríamos es de profesional a profesional, de igual a igual. Yo te soluciono un problema que tienes.
Incluso podríamos renombrar el contrato de servicio y llamarlo contrato de ayuda. Yo te ayudo a ti redactando los textos de tu web.
De igual manera, entiendo que tú ayudas a otras personas o empresas ofreciéndoles aquellos servicios que quieren.
En definitiva, la frase “el cliente siempre tiene la razón” es contraria a mi forma de entender los negocios. Me dedico a ayudar a la gente. ¿En qué? Escribiendo textos que calen hondo.
Por la misma regla de tres, cuando algo que no sé cómo hacerlo, pido ayuda, es decir, contrato un servicio. Solicito una relación de igual a igual y, “el cliente siempre tiene la razón”, suspende en este trato equitativo.
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